“Cuando mi hijo nació en Valledupar el pediatra me dijo que estaba muy bien y después de los cuidados del parto nos mandaron para la casa”. Recuerda María Ángela Martínez, una humilde mujer de esa región cesarence, que refleja en los pliegues que comienzan a aparecer en su rostro por los años y la vida difícil que ha tenido que afrontar, la angustia que vivió cuando a los 4 días de estar en casa con su pequeño comenzó a verle molestias en el costado izquierdo de su espalda.
“Yo le vi como un chichón por encima de la piel y lo llevé corriendo al médico porque me asusté mucho. El niño estaba muy inquieto y lloraba constantemente. Me lo hospitalizaron 15 días y al final me dijeron que tenía el riñón malo y que prácticamente estaba perdido”, explica entre lágrimas.
La madre insistente en evitar a toda costa que su hijo perdiera el riñón. Ella entendía lo que eso significaba para su desarrollo. Visitó varios médicos pero la situación no era alentadora. Dirigió entonces su esperanza en los médicos de Bucaramanga y como pudo reunió entre familiares y amigos los recursos necesarios para traer al pequeño Camilo, que para entonces ya tenía casi un año de edad. Ya en la capital santandereana, a través de una amiga que le abrió las puertas de su hogar para ayudarla, supo que los mejores médicos que podían salvar el riñón de Camilo estaban en la FOSCAL.
Cuando el corazón de una madre derriba todas las barreras y encuentra de la mano de los médicos la salvación para su hijo.
María Ángela recuerda con una felicidad que le brota de lo más profundo del alma que fue el doctor Milton Salazar quien la recibió y le dio la mejor noticia de toda su vida: “Avivó mi esperanza y mi fe en que mi niño no perdería su riñón. Le hizo todos los exámenes y descubrió que el riñón, aunque estaba enfermo, todavía funcionaba y podía sanarlo, no se preocupe -me dijo- lo vamos a operar”.
Con la derivación médica al doctor Víctor Hugo Figueroa, a María Ángela le explicaron en la FOSCAL que el niño había nacido con una estreches pieloureteral, que es la unión de la pelvis del riñón con el uréter encargada de llevar la orina del riñón a la vejiga y al estar bloqueado este conducto, progresivamente le causaría daños irreparables al riñón.
De acuerdo con el especialista, estos casos no presentan síntomas tempranos, sin embargo se hacen evidentes en etapa tardía, hacia los 6 años, con sangrado en la orina, infecciones urinarias reiterativas, dolor abdominal y ya para entonces el riñón presentará daños irreversibles. Es por ello que una vez diagnosticada la condición requiere intervención quirúrgica prioritaria para liberar la obstrucción y permitir la funcionalidad de este órgano vital.
El compromiso social de los especialistas, así como de la institución, hicieron posible el estudio del caso, los exámenes diagnósticos y la consecución de todos los elementos especiales para la cirugía de Camilo Andrés, que tuvo un resultado exitoso. “Revisamos en cirugía la obstrucción urinaria, reparamos y normalizamos el sistema”, explicó el especialista.
Su reporte es que durante un mes el niño tendrá un catéter en el riñón izquierdo hacia la vejiga para minimizar riesgos, lo que le permitirá la normalización progresiva del órgano para terminar su tratamiento. El staff de especialistas del Centro Urológico de la FOSCAL, dirigido por el doctor Milton Salazar, reconoció la persistencia de la madre por buscar ayuda y evitar la extracción del riñón. “Nosotros hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos para ayudarle, pero fue su empeño y su fe la que le salvó el riñón al pequeño Camilo”, explicó el Director del Centro Urológico FOSCAL, Milton Salazar.
María Ángela, la mujer bajita, de ojos tristes y piel dorada producto seguramente de largas jornadas de trabajo al sol, regresó victoriosa a su hogar en Valledupar, con su hijo sano en brazos y llena de agradecimiento por los médicos de la FOSCAL que acudieron dispuestos al llamado de su corazón que le decía que podía salvar el riñón de su pequeño.